viernes, 18 de octubre de 2013

Rocks ft Aerosmith


We call them ‘the wonder years‘ because we wonder what happened to them” – Steven Tyler no pudo esforzarse más a la hora de recordar qué demonios pasó entre 1975 y 1983.
El mundo sin Aerosmith sería una mierda“. Si tuviese un mantra sería ése. El haiku sería “Steven deja esa pastilla, esa pastilla no es una aspirina, graznó la garza“. Por suerte todo se queda en aquella frase de Steven Tyler que decía tal que “I love every bone in a womans body, especially mine”. Aunque el disco que se supone que saldrá en escasos meses esté pasando más desapercibido que una bicicleta en el Área 51, les adoro. Y pese a todo, de entre el esperpento actual en el que se han convertido, traspasando la imperceptible raya que separa la sinvergonzonería caústica que nos encanta para adentrarse en los vastos campos de la vergüenza ajena, el mundo, sin Aerosmith, sería una mierda y un lugar mucho más deprimente y aburrido, y sin aquellos discos sucios y tórridos de los 70′ el rock sería mucho más pobre y mucho más estrecho. A principios de los 70’ América se traicionaba a sí misma al rendirse ante los mastodontes británicos y necesitaba su propio dinosaurio. Todo el país les estaba esperando sin saberlo. Esperando a unos tipos salidos del lugar más aburrido y bucólico posible, New Hampshire, y cuyo cantante era un antiguo monaguillo en una iglesia del Bronx, barrio donde se graduó como delincuente juvenil italoamericano y fue echado a patadas de Nueva York tras salir malamente de una banda que de sucia te hacía escupir bolas de pelo y cuyo futuro estaba enterrado junto a algún muelle; “I quit my band in New York City in 1969 and I got really angry at them. I got angry at one of my guitar players and I dove over the drum set and we got into a fight“. Steven Tallarico se convirtió en Steven Tyler cuando Joe Perry le invitó a su ramplón grupo de versiones y formaron la banda más odiada por la prensa americana, acusados de ser un nada disimulado refrito de todas las bandas anteriores y de imitar descaradamente a Mick Jagger en cada gesto de Tyler: “People who think I look like Jagger never met him. These little innuendos about me by people sitting thirty rows back, and all they see is that blond cat next to me as Brian Jones. And Joe as Keith Richards. And I’m supposed to be Jagger, running around. Shit“.


Vale, Mick hacía el Ni pá ti ni pá mí“, pero sólo Steven se pintaba las instrucciones. En fin, da igual, no convirtamos esto en un concurso de quién la tiene más grande.
Años después Mick Jagger osó invitarle a su mansión de Malibu y tentar a la suerte. Tyler se presentó tan colocado que apenas podía contener la risa y, tras decirle lo que le admiraba por estar siempre arrebatándoles el #1, no pudo contenerse un “Watch out, because we’re going to knock you right off the charts, motherfucker“. Para ser estrella de rock antes de serlo hay que creérselo y los Toxic Twins se tenían por sí mismos como la quintaesencia del rock, arropados por la Blue Army, aquella marea humana que asoló cada ciudad de América como ninguna otra desde tiempos de los Deadheads, los noventa mil acólitos de la Grateful Dead, y los mejores camellos, al menos hasta que aparecían en algún contenedor neoyorkino, transitando por un romance etílico con la muerte durante toda la década. Sea como fuere, en apenas un año, Steven ya estaba pavoneándose delante del mismísimo señor de lo libidinoso, Little Richard, en su lectura de Train Kept A Rollin’. Cuando conocieron a Tyler el grupo de Perry y Tom Hamilton era un desastre, apenas lograban afinar los instrumentos y malvivían en una habitación sin un tugurio en el que ensayar, pero lograron un mísero bolo ante más cucarachas que personas y Joe logró atraer a Steven. “They got up there and did ‘Rattlesnake Shake‘ by Fleetwood Mac. And I said to myself, ‘That’s it. These guys suck, they can’t even tune their instruments. But they have a great groove going that’s better than any fuck I’ve ever had.’ I just knew that if I could show them a little of what I knew, with the looseness and balls that they showed up there, then we’d really have something“. Bien merecía la pena unirse a aquella pareja de famélicos. Ese estilo único aparecerá en Get Your Wings, uno de los mayores saltos cualitativos del rock, pasando de ser una banda de garaje a ser una party band y finalmente a reventar estadios para su asombro y egolatría, cuyo mayor empujón fue superar a los Stones, como recordaba Joe Perry. “Steven and I stood on the stage at the Boston Garden after the Stones had just played there and the stage was still up. We had been playing cards, maybe a high-school dance, to 400 or 500, maybe a thousand. We just stood on the stage and thought, ‘Well, man, maybe someday.’ In 4 years that was our stage“.
Y poco después Bebe Buell olió el dinero en aroma de gasolina de jet.
Cuando Dream On empezaba a darles réditos y los países andinos empezaban a recuperar su economía gracias a los pedidos que llegaban desde Boston, lanzaron Toys In The Attic en 1975. Es el disco que tiene mi canción, No More No More, la de estar seguro de que el carruaje está al caer con los caballos y la princesa. Tres años demenciales girando por todo el país les dieron el grado de inconsciencia suficiente como para grabar uno de los discos definitivos de los 70′, eclipsado por lo que estaba por venir en lo bueno y en lo malo, pero aún vigente. Por fin Aerosmith era la banda de rock americana definitiva y se favorecía de las desgracias de Led Zeppelin, y lo mejor estaba por llegar. Aunque la conejita a tiempo parcial Bebe Buell ya rondase a un Tyler preocupantemente despreocupado por las mujeres, lo realmente importante era que su indecente obra maestra, Rocks, estaba peligrosamente cerca, pese a las crisis creativas de un Tyler más preocupado en su melena, con entretenimientos como combinar tres secadores, acumulando una energía de 4500 vatios, hasta que un día saltaron todos los plomos de uno de sus conciertos. Y es que verles en 1976 en plenas facultades iba a ser cuestión del libre albedrío divino y narcótico. Con montañas de dinero, apostaron por la cocaína peruana y sus efectos a corto plazo se hicieron notar. Tom Hamilton podía estar horas y horas sin parar de ensayar. “I got a little coke and started to practice for hours every day, major calisthenics, so my fingers got really strong and nimble. It was one of those instances where I used coke responsibly, the way it could be used if it weren’t so addictive, as an energizer and mind clearer”. En esas salían los riffs de Sweet Emotion o Walk This Way. Luego llegaba Steven Tyler, vertía todas sus ambiciones sexuales, y ya está. Walk This Way no es más que Steven relatando cómo una amante le decía por dónde tenía que moverse en su loving cup. Lo más entrañable de toda esta historia es que para escribir sus más elevados deseos y recordar sus experiencias podía estar semanas lubricando las palabras, para desesperación de sus compañeros. Las canciones siempre se grababan antes que las letras.
Lo primero es lo primero.
Tenéis que entender que aquello era un nido de víboras. La relación entre Tyler y Perry empezó a desmoronarse por culpa de Elyssa, la prometida de Joe. Veréis, antes Steven se quedaba con la farlopa de Joe, pero ahora era Elyssa la que rapiñaba con todo. Que Elyssa además de aquello pegase a Perry era lo de menos, para el jodido Perry era peor tener a Steven encocado hasta las trancas amenazándole con un cuchillo. La gira de Toys in the Attic les llevó de tour con los gigantes del momento. Imaginad tocar para 80.000 personas junto a Rod Stewart y los Faces y compartir gira con Ted Nugent, ZZ Top, Uriah Heep, Blue Öyster Cult o Foghat, todos aquellos grupos de hard rock de mediados de los 70′ que durante unos pocos años lo tuvieron todo y que al final quedaron como comparsas de unos años de transición en el mainstream. Los gustos cambiaban, y los que apenas unos años atrás eran unos adolescentes cachondos ahora eran treintañeros, y de la nada surgieron Boston y el resto de grupos de pop rock clínicamente perfecto y los Eagles o Fleetwood Mac se reconvertían en superventas como nunca antes. Eran todos unos farloperos miserables y decadentes, pero tenían unos aires de sofisticación de mansión de nuevo rico que, obviamente, Aerosmith, Lynyrd Skynyrd, KISS o Ted Nugent no tenían. 1975 y 1980 parecerían siglos distintos, y no lo sabía nadie. Aerosmith estaban tan empeñados en ser estrellas de rock que aceptaron todos los clichés de drogas, sexo y hoteles; si no te arrestan en un hotel en Lincoln, Nebraska, por tirar fuegos artificiales desde la ventana de la habitación o te compras un Porsche aunque apenas tengas 10.000$ en el banco, no eres una estrella de rock. Entonces fue cuando Aerosmith cruzaron esa línea tan difusa y un buen día se encontraron esnifando heroína. Mientras tanto, Columbia volvía a lanzar Dream On como single. Esta vez llegaba al #6 del Billboard. 1976 iba a ser el año en el que Aerosmith se convertirían en el grupo más grande de América. Todos los gastos pagados. Tyler estaba de nuevo en una de sus crisis creativas, saturado ante una prensa que les etiquetaba como un grupo cuyos “LPs have several stellar moments which are weakened by other instances of directionless”. Gordon Fletcher les etiquetó de la misma manera que a Led Zeppelin. Sonaban bien, pero eran pura gaseosa, algo fácil de hacer y consumir.
¿Consumir? ¡¿Dónde?!
En una de aquellas peculiares medidas para desintoxicarse, y en una época en la que las estrellas optaban por la vía exótica para dejarlo, desde acupuntura a yoga, se optó por comer exclusivamente legumbre, y de paso grabar los melódicos gases como base rítmica de algunos temas. Si los críticos de la Rolling y la Melody Maker querían mierda, ahí tenían una ópera escatológica dedicada. Mientras, continuaba la desenfrenada gira degradando la cohesión de la banda. Que Joe Perry despertase en un charco de vómito y con una jeringuilla usada aún clavada en su brazo no era nada nuevo, pero que en mitad de un concierto un Steven Tyler fuera de sí le diese un puñetazo a Perry, a su Perry, al que adoraba en cada concierto, “On the guitar, musical alchemist, playing and singing his ass off, Mr. Joe Fucking Perry!” y éste le abriese la cara con su guitarra y recibiese los calientes esputos de su amigo era la señal de que llegaban los achaques del peaje. Eso, y hechos como el tener que subir a Steven al escenario a cuestas y sostenerle para cantar empezaban a resultar sangrantes. Aerosmith, a su dieta de “sex 2, 3 times a day… In fact, we are late right now“, le estaba dando un giro demasiado macabro del que ni siquiera eran conscientes. “Just saying no to drugs is like just saying cheer up to a manic depressant“. Mítico es el incidente de San Francisco, cuando Tyler fue en busca de un camello. Hasta ahí algo normal. Lo que no era normal era que pasaran dos días y no dejase la menor huella. Entonces llegaron noticias de que alguien había visto a un melenudo famélico y pintarrajeado en un bar de carretera del desierto californiano preguntando por su banda. Aquel individuo era, o bien una especie de experimento fugado de alguna base militar o bien Tyler en pleno colocón fugitivo interestatal. Durante horas no se supo nada más de su estado, hasta que apareció con aire ausente y la naturalidad del que no recuerda nada en pleno backstage. Casi cuatro décadas más tarde ni siquiera él sabe qué pasó, a lo Vuelo 714 para Sidney. Joe Perry lo dejó claro: “There’s no doubt that we were doing a lot of drugs, but you can hear that whatever we were doing, it was still working for us“.

Y, claro, ¿quién soy yo para contradecir a Joe?

… Sobre todo si promocionas tu obra maestra con tan buen criterio…
Lo que pasó en los Record Plant neoyorkinos durante esos tres meses a comienzos de 1976 bien os lo podéis imaginar -La historia siempre es la misma, por mucho que entretenga-, así que vamos al disco que hizo de Slash un hombre. Steven Tyler diría mucho después que cada vez que lo escucha, sólo oye drogas. Steven, yo lo que oigo son jadeos. Disfrutemos de uno de los discos más guarros, ansiosos y sucios del rock. Con él vendrían el éxito masivo, el bungalow en Beverly Hills y el salir en el Saturday Night Live con John Belushi. C’mon, ¿algún disco ha empezado mejor que Rocks? Back In The Saddle, tíos, sexo, caballos desbocados, sexo, Steven Tyler, sexo, ese riff, “I’m back in the saddle againI’m back I’m back in the saddle again I’m riding, I’m loading up my pistol I’m riding, I really got a fistful I’m riding, I’m shining up my saddle I’m riding, this snake is gonna rattle, I’m baaaaaaaaaaaaaaack…“, ¿Los Reo Speedwagon? ¿Los Triumph? ¿Foreigner? ¡¿En serio?! Last Child -Bueno, todo el disco, es un disco que suena mierdoso, por eso es tan genial, tiene el encanto, es un feo atractivo, a base de machacar la consigue- es crujiente y, qué queréis que os diga, sucia; Steven Tyler podría estar recitando el listín telefónico, da igual, tiene tanta mierda en la garganta y esos guiños como la sirena de policía justo antes de Rats In The Cellar… Adoro este disco. Este blog es a la salud del Rocks. Que la última canción sea Home Tonight rompe un poco esa atmósfera de cloaca tan encantadora -¿Una balada? ¿Unos “Aaaaaahhhh“? ¿¡Melodías!? ¿Qué demonios es esto? ¿Home Sweet Home de Mötley Crüe pero en bueno?-, y uno se lo puede tomar como una concesión a la comercialidad y… no, a quién pretendo engañar, es el final apoteósico y feliz del disco, son Aerosmith, esto no es un disco de Lou Reed, es la misma Nueva York de anoréxicos pero con una sonrisa, por eso Sick As A Dog tiene esos tintineos tan bonitos y Nobody’s Fault está viciada pero ese coro pidiendo perdón, uf, tiene tanto encanto en su maldad… En cosa de un año todo se habría desquiciado. ¡Pero eso es mucho tiempo! ¿Quién querría pensar en eso? Walking on Gucci, wearin’ Yves Saint Laurent Barely stay on, ’cause I’m so goddamn gaunt